Para el que no lo sepa, el Cohiba es un bar que está al lado del Virgen del Rocío donde los jueves (generalmente) nos reunimos los residentes para tomar copas, cantar alguna canción en el karaoke y, los que pueden, tener algún escarceo amoroso que, en ocasiones, ha llegado a ser definitivo (anda que no han salido bodas de allí). A mí me gusta. Hay quien dice que es un antro y que lo único que hay allí es guarreo. Puede ser, pero me sigue gustando. Llevo yendo allí algo más de 3 años, con épocas con más afluencia y algunas con menos. Siempre estamos los mismos parroquianos y los nuevos, que año tras año van llegando. Sin embargo en mi último Cohiba salí un poco decepcionado. No porque estuviera medio vacío, que podría ser una causa, pero he estado días con menos gente y me lo he pasado genial. Salí decepcionado porque hablé con varias personas y escuché algunas frases como éstas:
- Llevo con mi novia cinco años y cada vez que me follo a alguna, pienso en ella.
- La semana que viene voy a Mallorca, a ver si cae alguna, porque las novias son para quererlas, pero un polvo es un polvo; eso sí, si te follas a una tía dos veces, entonces son cuernos.
- Las tías éstas se han enfadado porque nos las hemos repartido delante de sus caras, pero son así de guarras; esto es lo que les gusta; se hacen las enfadadas, pero después te llaman y te envían mensajes. (Doy fe, la poca que tengo, en que esto es cierto)
No me considero una persona retrógrada ni un terrorista de la libertad, pero he sido educado en el respeto hacia los demás y por mucho que tú digas que quieres a tu novia muchísimo, si te estás tirando a otra, al único que quieres es a ti. No digo que no cometamos fallos. Un fallo o un desliz lo tiene cualquiera (pienso yo), en cualquier aspecto de la vida, pero tener como filosofía de vida la infidelidad no consentida a tu pareja (si es consentida, mejor para los dos) me parece una falta de respeto, un acto de egoísmo.
En fin, puede que sea un post muy moralista, pero si no lo escribía, reventaba.
Como apunte final, podemos decirle a alguna asociación de maltratadores (seguro que las hay, pero no son conocidas porque no son "cool") que para los eslóganes de sus campañas tomen algunas de estas ideas:
- Te quiero, te pego.
- Díselo con cuernos.
- El día de San Valentín, los cuernos dan gustirrinín. (Este rima y todo, en plan poeta)
En esta foto nos encontramos el Dr. Aguirre y yo, futuro de la Cirugía Plástica (que Dios nos coja confesados) en ese templo de oración llamado Cohiba. ¡¡Que no todo es mala gente, coño!!
sábado, 14 de agosto de 2010
miércoles, 4 de agosto de 2010
Agosto en Sevilla
Acabo de llegar de mi rotación de dos meses por Madrid de la que me he traído ganas de trabajar, momentos geniales y recuerdos de gente que merece la pena, tanto dentro como fuera del hospital.
Lo que me dejé allí fue mi tolerancia al calor, porque en Madrid hacía calor y los madrileños en cierto modo se eorgullecían de que un sevillano (aunque soy zamorano, y onubense consorte los 3 años en Sevilla han hecho estragos en mi persona) dijera que hacía calor. Eso sí, la última vez que había sufrido el calor de Sevilla fue hace unos 8 meses (ese cumpleaños de Andrés con 33 grados no estuvo mal). La bofetada de calor que recibí cuando bajé del AVE fue tremenda. Después, poco a poco, y con aire en casa y luciendo cuerpo Danone por el piso me he ido aclimatando y la verdad que pasar agosto en Sevilla no está tan mal.
Para empezar, apenas hay tráfico y hay un montón de plazas de aparcamiento (yo, que no tengo coche, me da igual, pero me solidarizo con los que sí tienen).
El ritmo de trabajo del hospital es más lento (a veces, demasiado) y puedes aprovechar para hacer otras cosas aparte de la labor asistencial.
Las guardias suelen ser más tranquilas (no necesariamente, pero esto es probabilidad) porque hay menos gente, por lo menos las mías.
Aunque todavía no lo he probado, seguro que los bares de tapas están más tranquilos y se puede ir al típico bar que siempre está petado (lo malo es que puede que estén de vacaciones).
La cola del Mercadona es más pequeña.
En fin, que no está tan mal pasarse el veranito por aquí!!
Lo que me dejé allí fue mi tolerancia al calor, porque en Madrid hacía calor y los madrileños en cierto modo se eorgullecían de que un sevillano (aunque soy zamorano, y onubense consorte los 3 años en Sevilla han hecho estragos en mi persona) dijera que hacía calor. Eso sí, la última vez que había sufrido el calor de Sevilla fue hace unos 8 meses (ese cumpleaños de Andrés con 33 grados no estuvo mal). La bofetada de calor que recibí cuando bajé del AVE fue tremenda. Después, poco a poco, y con aire en casa y luciendo cuerpo Danone por el piso me he ido aclimatando y la verdad que pasar agosto en Sevilla no está tan mal.
Para empezar, apenas hay tráfico y hay un montón de plazas de aparcamiento (yo, que no tengo coche, me da igual, pero me solidarizo con los que sí tienen).
El ritmo de trabajo del hospital es más lento (a veces, demasiado) y puedes aprovechar para hacer otras cosas aparte de la labor asistencial.
Las guardias suelen ser más tranquilas (no necesariamente, pero esto es probabilidad) porque hay menos gente, por lo menos las mías.
Aunque todavía no lo he probado, seguro que los bares de tapas están más tranquilos y se puede ir al típico bar que siempre está petado (lo malo es que puede que estén de vacaciones).
La cola del Mercadona es más pequeña.
En fin, que no está tan mal pasarse el veranito por aquí!!
martes, 27 de julio de 2010
Las fiestas de España
Ahora que en la Sexta están haciendo un programa sobre las fiestas de los pueblos, voy a aportar mi propia experiencia, jejejeje.
Tengo mucha suerte. Trabajo en lo que me gusta, tengo solvencia económica y, comparándome con otros compañeros, no tengo muchas guardias, lo que me da tiempo para viajar los fines de semana. Otra cosa por la que soy afortunado es por conocer a gente de diversos puntos de la geografía española, con los que mantengo una buena relación (a veces me gustaría mantenerla de manera más fluida) y que cuando nos reunimos, lo hacemos en sus casas; unas veces en la de uno y otras en la de otro.
La última fiesta en la que estuve fue el fin de semana pasado en Tudela, población navarra que linda con Aragón. Nunca había estado de fiesta por allí (Qué ganas tengo de pillar unos San Fermines) y la verdad es que me gustó lo poco que vi, ya que fue un fin de semana nada más. Me pareció una fiesta sanota, no por la cantidad de alcohol, que era insana, sino por el buen ambiente y buen rollo que había. Te podías dar empujones con la gente debido a la multitud que había y en vez de ponerse gallitos, como he visto en algunos sitios, te sonreían y te duchaban con kalimotxo. Será que soy fetichista, pero me encantan las fiestas en las que acabas lleno de mierda sin que importe que te manches. También puede ser a que son fiestas "del norte", más afines a las que he visto desde pequeño; todo esto sin desmerecer a las del Sur, que en la Velá, en la Feria o en las Colombinas (¡¡Viva Huelva!!) también me lo paso genial, pero de otra forma.
Resumiendo: ¡¡¡¡Vámonos de fiesta!!!!
Un servidor con dos amigos, JB, de Valladolid, y Salva, el anfitrión de Tudela
Tengo mucha suerte. Trabajo en lo que me gusta, tengo solvencia económica y, comparándome con otros compañeros, no tengo muchas guardias, lo que me da tiempo para viajar los fines de semana. Otra cosa por la que soy afortunado es por conocer a gente de diversos puntos de la geografía española, con los que mantengo una buena relación (a veces me gustaría mantenerla de manera más fluida) y que cuando nos reunimos, lo hacemos en sus casas; unas veces en la de uno y otras en la de otro.
La última fiesta en la que estuve fue el fin de semana pasado en Tudela, población navarra que linda con Aragón. Nunca había estado de fiesta por allí (Qué ganas tengo de pillar unos San Fermines) y la verdad es que me gustó lo poco que vi, ya que fue un fin de semana nada más. Me pareció una fiesta sanota, no por la cantidad de alcohol, que era insana, sino por el buen ambiente y buen rollo que había. Te podías dar empujones con la gente debido a la multitud que había y en vez de ponerse gallitos, como he visto en algunos sitios, te sonreían y te duchaban con kalimotxo. Será que soy fetichista, pero me encantan las fiestas en las que acabas lleno de mierda sin que importe que te manches. También puede ser a que son fiestas "del norte", más afines a las que he visto desde pequeño; todo esto sin desmerecer a las del Sur, que en la Velá, en la Feria o en las Colombinas (¡¡Viva Huelva!!) también me lo paso genial, pero de otra forma.
Resumiendo: ¡¡¡¡Vámonos de fiesta!!!!
Un servidor con dos amigos, JB, de Valladolid, y Salva, el anfitrión de Tudela
lunes, 26 de julio de 2010
Entre bodas anda el juego
Cumplimos años y, como es lógico, la vida sigue su curso, las etapas se van sucediendo sino a todos, sí a un gran número de personas. Me encuentro en una edad en la que los amigos empiezan a casarse y a tener hijos, a planificar su futuro a largo plazo. A mí todavía no me ha pasado; no sé cuándo será, pero mientras tanto voy a esas bodas de mis amigos.
Me gustan las bodas. Es un día de celebración donde te reunes con gente que puede hacer mucho tiempo que no ves. La otra situación en la que esto ocurre son los entierros, y éstos me gustan menos. Ha sido a partir del comienzo de la residencia cuando he ido a más bodas, la mayoría de ellas en Sevilla, ya que mis amigos de Zamora se están haciendo los remolones y no tienen ganas de ser los primeros del grupo. Estoy viendo que al final seré yo el primero.
Lo que más me ha llamado la atención de las bodas (no en todas) a las que he ido en Sevilla (o de gente que he conocido en Sevilla) es la seriedad y el protocolo (como ya he dicho, no en todas). Seguro que a la primera boda que fui quedé de cateto por gritar tantas veces "Vivan los novios". Probablemente a la segunda y la tercera también, porque lo he seguido haciendo. Pero a medida que han pasado las bodas sí he notado que he ido disminuyendo la frecuencia de esos gritos, probablemente debido a la vergüenza de ser el único que lo grita.
Por el contrario, mi última boda fue en Zamora. Se casó mi primo Lolo, hijo del hermano mayor de mi madre. Me lo pasé muy bien. Nos reunimos familiares que nos vemos poco, pero que nos alegramos de vernos y de charlar; y noté unas cuantas diferencias:
1- Me quedé muy corto en el número de veces que se gritó "Vivan los novios" en comparación con el resto de la gente. Eso sí, cuando grito, se me oye bien, pero bien, bien.
2- Me gusta ver la bolsa del Mercadona en la puerta de la iglesia con los paquetes de arroz y que cada uno coja lo que quiera, incluso el paquete (de arroz), en vez de que te den una dosis mínima para que no se estropeen los peinados.
3- Me gusta que los camareros te sirvan de una bandeja y te pregunten si quieres repetir y ponerte como el Quico a langostinos. (Que conste que no tengo ninguna queja de la cantidad de comida de ninguna boda a la que he ido, ni de la calidad tampoco).
4- Aunque no soy muy partidario de la tuna, me gusta verla cantándole a la novia.
Resumiendo, me gustan las bodas sencillas, aunque estoy viendo que cuando me case yo, no va a ser sencilla; dependerá de la novia, sin duda, porque mi voz será pequeña y mi voto, nulo.
Foto de la última boda. De izquierda a derecha: mis primos, Alejandro y Cristina, mi madre, un servidor, mi tío Amador, mi padre y mi hermano.
Me gustan las bodas. Es un día de celebración donde te reunes con gente que puede hacer mucho tiempo que no ves. La otra situación en la que esto ocurre son los entierros, y éstos me gustan menos. Ha sido a partir del comienzo de la residencia cuando he ido a más bodas, la mayoría de ellas en Sevilla, ya que mis amigos de Zamora se están haciendo los remolones y no tienen ganas de ser los primeros del grupo. Estoy viendo que al final seré yo el primero.
Lo que más me ha llamado la atención de las bodas (no en todas) a las que he ido en Sevilla (o de gente que he conocido en Sevilla) es la seriedad y el protocolo (como ya he dicho, no en todas). Seguro que a la primera boda que fui quedé de cateto por gritar tantas veces "Vivan los novios". Probablemente a la segunda y la tercera también, porque lo he seguido haciendo. Pero a medida que han pasado las bodas sí he notado que he ido disminuyendo la frecuencia de esos gritos, probablemente debido a la vergüenza de ser el único que lo grita.
Por el contrario, mi última boda fue en Zamora. Se casó mi primo Lolo, hijo del hermano mayor de mi madre. Me lo pasé muy bien. Nos reunimos familiares que nos vemos poco, pero que nos alegramos de vernos y de charlar; y noté unas cuantas diferencias:
1- Me quedé muy corto en el número de veces que se gritó "Vivan los novios" en comparación con el resto de la gente. Eso sí, cuando grito, se me oye bien, pero bien, bien.
2- Me gusta ver la bolsa del Mercadona en la puerta de la iglesia con los paquetes de arroz y que cada uno coja lo que quiera, incluso el paquete (de arroz), en vez de que te den una dosis mínima para que no se estropeen los peinados.
3- Me gusta que los camareros te sirvan de una bandeja y te pregunten si quieres repetir y ponerte como el Quico a langostinos. (Que conste que no tengo ninguna queja de la cantidad de comida de ninguna boda a la que he ido, ni de la calidad tampoco).
4- Aunque no soy muy partidario de la tuna, me gusta verla cantándole a la novia.
Resumiendo, me gustan las bodas sencillas, aunque estoy viendo que cuando me case yo, no va a ser sencilla; dependerá de la novia, sin duda, porque mi voz será pequeña y mi voto, nulo.
Foto de la última boda. De izquierda a derecha: mis primos, Alejandro y Cristina, mi madre, un servidor, mi tío Amador, mi padre y mi hermano.
domingo, 27 de junio de 2010
Cosas de la educación
El pasado viernes estuve en la graduación de mi prima, que ha terminado enfermería en la Universidad Alfonso X El Sabio.
Ante la envergadura del acto me embutí en mi traje y me puse guapetón para celebrarlo. Cuando vi a mi prima, ya tenía la beca en el bolso y me dijo que no se la ponían, que iban ya con ella puesta y leían los nombres. También me comentó que iba a ser al aire libre, y el cielo de Madrid estaba bastante encapotado, anunciando una tormenta que después se confirmó.
Como algo típico de nuestra cultura, la improvisación hizo acto de presencia. Metieron sillas en un edificio y con cámaras de video retransmitieron el acto en otra sala, ya que se graduaban 902!!!! personas, de las diferentes titulaciones del área de las ciencias de la salud.
Comenzó hablando el presidente de la Real Academia Nacional de Medicina que, dado que no se graduaba ningún médico, me pareció algo fuera de lugar. Si yo me hubiera graduado ese día, me hubiera preguntado si no hay ningún fisioterapeuta, enfermero, farmacéutico, veterinario, nutricionista, odontólogo o algún titulado de las carreras que allí se daban lugar que pudiera dar un discurso.
Tras este discurso comenzó la lectura de los nombres que se graduaban. 902 nombres, entre ellos una Marta Maraver que me hizo sacar una sonrisa, porque el acto en sí me pareció aburrido y muy poco emotivo. Yo me sentiría más partícipe yendo a un examen, porque leen mi nombre, te acercas a enseñar el DNI y entras en el aula. Allí podían estar leyendo nombres de gente que quizás no estuviera.
Mientras se producía esa lectura, la gente que había llegado tarde (algunos graduados llegaron hasta 45 minutos tarde, y no uno ni dos...) quería verlo todo desde primera fila, así que tuvimos que aguantar voces, algún pequeño empujón y comentarios de la gente del tipo: Es que vengo de Almería... Déjame pasar!!
Para completar el poco saber estar, una gran parte de los alumnos de odontología, que fueron los primeros en ser "leídos", se fue en cuanto leyeron sus nombres. Poco les importaba que el resto de la gente quería oír sus nombres; entraban y salían del recinto a su antojo. Lógicamente esto no es exclusivo de los odontólogos, ya que cuando fueron acabando las otras titulaciones, ocurría exactamente lo mismo.
Como corolario a esta disertación: La educación no se puede comprar. Es algo que se va mamando y por mucho colegio de pago al que vayas, tiene un gran componente familiar.
P.D.: Mis padres y yo el día de mi graduación, hace ya 4 años.
Ante la envergadura del acto me embutí en mi traje y me puse guapetón para celebrarlo. Cuando vi a mi prima, ya tenía la beca en el bolso y me dijo que no se la ponían, que iban ya con ella puesta y leían los nombres. También me comentó que iba a ser al aire libre, y el cielo de Madrid estaba bastante encapotado, anunciando una tormenta que después se confirmó.
Como algo típico de nuestra cultura, la improvisación hizo acto de presencia. Metieron sillas en un edificio y con cámaras de video retransmitieron el acto en otra sala, ya que se graduaban 902!!!! personas, de las diferentes titulaciones del área de las ciencias de la salud.
Comenzó hablando el presidente de la Real Academia Nacional de Medicina que, dado que no se graduaba ningún médico, me pareció algo fuera de lugar. Si yo me hubiera graduado ese día, me hubiera preguntado si no hay ningún fisioterapeuta, enfermero, farmacéutico, veterinario, nutricionista, odontólogo o algún titulado de las carreras que allí se daban lugar que pudiera dar un discurso.
Tras este discurso comenzó la lectura de los nombres que se graduaban. 902 nombres, entre ellos una Marta Maraver que me hizo sacar una sonrisa, porque el acto en sí me pareció aburrido y muy poco emotivo. Yo me sentiría más partícipe yendo a un examen, porque leen mi nombre, te acercas a enseñar el DNI y entras en el aula. Allí podían estar leyendo nombres de gente que quizás no estuviera.
Mientras se producía esa lectura, la gente que había llegado tarde (algunos graduados llegaron hasta 45 minutos tarde, y no uno ni dos...) quería verlo todo desde primera fila, así que tuvimos que aguantar voces, algún pequeño empujón y comentarios de la gente del tipo: Es que vengo de Almería... Déjame pasar!!
Para completar el poco saber estar, una gran parte de los alumnos de odontología, que fueron los primeros en ser "leídos", se fue en cuanto leyeron sus nombres. Poco les importaba que el resto de la gente quería oír sus nombres; entraban y salían del recinto a su antojo. Lógicamente esto no es exclusivo de los odontólogos, ya que cuando fueron acabando las otras titulaciones, ocurría exactamente lo mismo.
Como corolario a esta disertación: La educación no se puede comprar. Es algo que se va mamando y por mucho colegio de pago al que vayas, tiene un gran componente familiar.
P.D.: Mis padres y yo el día de mi graduación, hace ya 4 años.
miércoles, 23 de junio de 2010
La vida en Madrid
Dentro de poco va a hacer un mes que dejé Sevilla para continuar mi formación, de forma breve, en Madrid. El recibimiento fue buenísimo, tanto en casa como en el hospital (gracias por todo).
Hablando con la gente de aquí, les digo que tardo una media hora en ir a trabajar y me dicen que está cerca. Alguno de vosotros sabe mi opinión sobre lo que es estar cerca y estar al lado. Para mí, está bien, pero en cierto modo me parece un autoengaño el decir que un sitio está cerca cuando se tarda una media hora en llegar. Todos responden: "Para ser Madrid, está bien" y puede que tengan razón, pero si se acostumbraran a tardar 15 minutos en llegar a las afueras de una ciudad, verían que eso no mola, que aquí hay de todo, es verdad, pero pienso que en cuestión de calidad de vida, la cosa está regular, aunque a todo se acostumbra uno y no pasa nada.
Resumiendo: Cada uno tiene sus prioridades, y entre las mías se encuentra la de vivir de manera cómoda en una ciudad.
Hablando con la gente de aquí, les digo que tardo una media hora en ir a trabajar y me dicen que está cerca. Alguno de vosotros sabe mi opinión sobre lo que es estar cerca y estar al lado. Para mí, está bien, pero en cierto modo me parece un autoengaño el decir que un sitio está cerca cuando se tarda una media hora en llegar. Todos responden: "Para ser Madrid, está bien" y puede que tengan razón, pero si se acostumbraran a tardar 15 minutos en llegar a las afueras de una ciudad, verían que eso no mola, que aquí hay de todo, es verdad, pero pienso que en cuestión de calidad de vida, la cosa está regular, aunque a todo se acostumbra uno y no pasa nada.
Resumiendo: Cada uno tiene sus prioridades, y entre las mías se encuentra la de vivir de manera cómoda en una ciudad.
jueves, 17 de junio de 2010
Cuando te dejan hacer
Soy un proyecto de cirujano. Desde hace muchos años he querido serlo (cirujano, no el proyecto). Hoy me he sentido un poco más cirujano. El hecho de que tus superiores te muestren confianza y te dejen hacer, sienta muy bien. Si a esto le sumamos que la confianza me la han dado en Madrid, donde sólo llevo 17 días, sienta mucho mejor. Hoy, cuando he salido de quirófano con esta sensación, he pensado en que todos los días de bajón en los que no te dejan hacer, en los que sólo te piden que rellenes papeles o en los que te caen broncas porque nunca estás donde debes. Un día como hoy hace que te olvides de todos los demás. Te motiva a estudiar, a mejorar día a día y a agradecer cada una de las cosas que te enseñan.
Sé que mucha gente, casi todos de especialidades quirúrgicas, en el periodo que finaliza R3 y comienza R4, han tenido una crisis existencial (yo me incluyo). Os animo a que busquéis un día de trabajo como ha sido hoy el mío, que lo memoricéis bien y que, cuando llegue alguno de los otros días, recordéis este.
En conclusión: que no me cabe un piñón por el culo!!!!
Sé que mucha gente, casi todos de especialidades quirúrgicas, en el periodo que finaliza R3 y comienza R4, han tenido una crisis existencial (yo me incluyo). Os animo a que busquéis un día de trabajo como ha sido hoy el mío, que lo memoricéis bien y que, cuando llegue alguno de los otros días, recordéis este.
En conclusión: que no me cabe un piñón por el culo!!!!
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